Uno de los conceptos que más tiempo lleva dando vueltas en la cabeza del ser humano es la luz. A lo largo de la historia, físicos de todo el mundo han ido escribiendo obras sobre la naturaleza de la luz. Diferentes experimentos como el de la doble rendija (Thomas Young, 1801) demostraron que la luz se comportaba como una onda. Incluso Maxwell demostró que la luz era una onda electromagnética.
Pero a principios del siglo XX, la hipótesis corpuscular recobró importancia gracias al efecto fotoeléctrico y al efecto Compton. En la entrada de hoy trataremos éste último.
Arthur H. Compton utilizó el concepto de fotón para explicar la dispersión de los rayos X en 1923. De acuerdo con la teoría ondulatoria, cuando un haz de una determinada frecuencia alcanza un electrón, éste comenzará a vibrar y emitirá nuevas ondas de la misma frecuencia. Pero experimentalmente se demostraba que la frecuencia de las nuevas ondas era menor.
Compton escribiendo la ecuación que lleva su nombre |
Compton partió de la expresión relativista de la energía de un fotón de momento p y de la Ley de Planck:
Ahora consideremos el choque entre un fotón y un electrón como se muestra en la figura inferior:
Teniendo en cuenta la conservación del momento lineal en dicho choque, así como de la conservación de la energía.
El 1 denota al rayo incidente, la e al electrón y el 2 al rayo dispersado |
Sustituyendo la expresión (1) en (2), podemos obtener la Ecuación de Compton de forma trivial:
De la ecuación resultante se deduce que el fotón dispersado tiene mayor longitud de onda debido a la energía que ha perdido en el choque. Esto demuestra que la luz se comporta como una partícula cuando interacciona con los electrones, es decir, como un cuanto o fotón.
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